viernes, 2 de diciembre de 2011

Fin de semana británico

No, no he vuelto a escaparme a Londres, pero este pasado fin de semana me dio por dedicarselo a series de las islas británicas. Una de las ventajas de estas series, como sabréis la mayoría, es lo limitado de sus temporadas, donde las series de más de 13 episodios parecen vetadas, y la mayoría ronda entre los 6 y los 8 capítulos. Y es una ventaja porque obliga a crear unos relatos centrados, precisos, al no disponer de tiempo para perderse en recovecos y material de relleno, como sucede con muchas series obligadas a alargarse por veintipico episodios por año (como es habitual en las estadounidenses) o rondando una quincena de episodios cercanos a la hora y media (el malacostubrado modelo español... que no es extraño que además nos meta dos temporadas por año). También es una ventaja de cara al visionado, ya que nos permite ver toda una temporada en un corto espacio de tiempo, incluso en el mismo día, aunque luego lamentemos no disponer de más episodios, y permite también que, aunque una propuesta no nos termine de convencer, le demos una oportunidad, ya que en el peor de los casos no nos hará perder mucho el tiempo.


Así, empecé la noche del viernes con los primeros episodios de Presunto culpable (Criminal Justice), que a la postre, por aquello de que últimamente no puedo evitar dormir poco, terminaría viéndome entera antes de la hora de comer del sábado.

La serie en cuestión está planteada como una miniserie de cinco episodios, y cuenta los avatares de un joven acusado de asesinato. ¿Lo hizo? ¿No lo hizo? ¿Importa? La última pregunta parece fuera de lugar, pero según avanza la historia, vemos en repetidas ocasiones cómo ser inocente (o creer serlo) puede carecer de la menor relevancia, más aún cuando las pruebas apuntan en su contra. También el espectador, aunque pueda tender a creer en la inocencia del protagonista, ve la duda merodeando por el relato, hábilmente dividido entre el proceso judicial y el drama carcelario, todo ello regado por buenas interpretaciones, y momentos muy logrados, como el último interrogatorio al policía encargado del caso (actor, por cierto, que había pasado el año pasado por Doctor Who).
Pero llegados al final, decepciona un poco la resolución, no ya por lo que pasa, sino por cómo pasa; parece deliberadamente contada de forma apresurada, puesto que en los últimos minutos no duda en perder el tiempo en detalles aparentemente superfluos, aunque no lo sean totalmente. Pese a ello, mereció la pena.

A continuación, Doctor Who: A Christmas Carol, la peculiar versión del Doctor de Canción de Navidad. Divertida como de costumbre, pero sigue dándome la impresión de que la serie está a medio gas desde la marcha de Davies y Tennant, aunque el nuevo Doctor, al contrario, parezca una versión histérica (espídica) de los dos anteriores. Que sí, para los momentos ligeros puede estar muy bien, pero cuando tiene que ponerse serio a mí al menos no me convence, no siento que cargue con el peso de las tragedias pasadas ni tampoco de las que pueda tener delante.

Luego llegó el turno de Zen: Cabal. El segundo de los tres episodios/películas que conforman la única temporada de la adaptación de los casos de Aurelio Zen. Me gustó más que el primero, aunque, sin leerlas, tengo la impresión de que la complejidad de las novelas es demasiada incluso para tratarla en sólo hora y media. Igualmente, tengo entendido que en los libros estas historias rezuman una sútil ironía y humor que me cuesta captar en pantalla, excepto cuando alguna mujer hace más que insinuarse al protagonista, o por el hecho de que no paran de hablar de su integridad cuando éste, aunque desde luego no llegue a ser un corrupto, no deja de hacer cosas cuestionables. Esta complejidad moral, unida al ambiente italiano como de los años setenta que destila la serie (en buena parte por la música y el vestuario), son valores a tener en cuenta, pero al menos a mí no me llenan.

También me acerqué a los tres primeros episodios de Survivors, adaptación de la serie y la novela homónima de Terry Nation, el creador de los Daleks (¡Doctor Who por todas partes! y además sale "Martha Jones" en el primer episodio). En ella, nos encontramos con una pandemia de gripe que acaba con casi toda la población, y las resultantes peripecias de los escasos supervivientes, entre los que encontramos una madre coraje buscando a su hijo, un joven rico que debe adaptarse a la cruda realidad (actor al que reconocí inmediatamente de la segunda temporada de 24), o un asesino que estaba cumpliendo condena cuando atacó el virus, roles todos ellos un tanto típicos de muchos telefilmes de catástrofes, pero que en este caso demuestran una personalidad más compleja e interesante de lo que pudiese parecer.

Y es en esas personalidades, y sus interacciones, donde reside lo mejor de esta serie coral, puesto que no dudan en recurrir una y otra vez a todo tipo de tópicos sobre este tipo de historias. Pese a ello, seguiré hasta el final, dada mi afición a las historias postapocalípticas, y por esos personajes y ese toque británico que la hace diferente.

Tanto drama merecía ser compensado por alguna comedia, y me metí con los tres primeros episodios de Miranda, serie inédita en España que había conseguido por recomendaciones, y, si bien en un primer momento me hacía gracia pero no me parecía nada especial, antes de terminar el episodio ya estaba encantado con la serie, sobre todo cuando en momentos embarazosos la protagonista le habla directamente a la cámara. ¿El argumento? Mejor descúbrelo por tí mismo, pero es básicamente la vida de la protagonista en formato de sitcom clásico, pero con un par de toques que la hacen distinta, como la ya mencionada ruptura de la cuarta pared. Mención especial la aparición del Quinto Doctor, Peter Davison, en el segundo episodio.

Más.... ¿humor? En parte sí, pero a su peculiar estilo: Shameless. Vistos los dos primeros episodios, también me he rendido al "encanto" de la mezcla de humor y drama (pero en el fondo ni una cosa ni la otra) de esta familia disfuncional (expresión cada vez más manida, por cierto), con un padre alcohólico que vive del paro y su numerosa prole. Todavía puede ser pronto para que algunos de ellos hayan cogido relevancia (el "calvo" casi parece que simplemente está ahí), pero por lo visto hasta ahora, no puedo resistirme a seguir las andanzas de esta panda de personajes patéticos y malhablados, pero siempre sin llegar a resultar realmente desagradables, se nota por debajo cierto cariño al retratarlos.

Y para terminar, aproveché para ver un episodio de The IT Crowd, que ya iba siendo hora de  retomar esta serie, que dejé aparcada hace unos años, en parte por el bajón que noté en su tercera temporada. Igualmente, este reencuentro me ha parecido gracioso, pero no tan descacharrante como antaño.

Y por si fuera poco, mañana maratón de Torchwood (aunque sea su temporada no-totalmente-británica). ¡Yuhu!

martes, 8 de noviembre de 2011

Londres y el Doctor

Y tras el Festival de Series... viajecito a Londres. Y tratándose de mí, no podía limitarme a hacer un turismo típico (Museo Británico, Torre de Londres, Big Ben...), que también, tenía que dejar salir mi vena friki y seriéfila. Ahora bien, aunque vea o haya visto unas cuantas series británicas (Skins, Sherlock, Life on Mars, Luther, The IT Crowd...), para mí hablar de series inglesas es hablar de Doctor Who, esa fabulosa aventura en la que un alienígena, El Doctor, viaja por el espacio y el tiempo en su nave con forma de cabina de policía (¿suena raro? ¡no! ¡suena fabuloso!). En Inglaterra es toda una institución que han disfrutado varias generaciones, ya que empezó a emitirse allá por 1963, y tras una pausa de más de quince años, volvió con energías renovadas en el 2005.

Así, del tiempo pasado en Londres, los únicos días que no me acerqué de un modo u otro al universo del Doctor fueron precisamente el día de llegada y el de partida. De todas formas, mi primer encuentro con una TARDIS de tamaño real fue por sorpresa. Antes de montar en el London Eye, la famosa noria junto al Thamesis, di un par de vueltas por el London Film Museum, situado en el edificio cercano a la popular atracción, el mismo que aloja el Acuario de Londres. Y allí, más allá de los trajes de Superman y de Harry Potter, antes de llegar a la exposición de Star Wars, y compartiendo habitación con la cabeza de un Terminator y con una reina Alien rodeada de huevos, me encontré un rinconcito dedicado a la primera de las dos películas no oficiales que protagonizó Peter Cushing como la versión humana del Doctor. Poquita cosa, tres Daleks (uno de ellos incompleto) y la TARDIS de la película, pero suficiente como aperitivo.

El plato fuerte que llegaría al día siguiente, cuando me acerqué al palacio de exposiciones Olympia Two (junto a la estación de Kensington-Olympia), a disfrutar de una exposición interactiva llamada Doctor Who Experience, y que permanecerá abierta hasta el 22 de febrero. Allí, en grupos de unas 40 personas, fuimos partícipes de una pequeña aventura junto al Doctor actual, el undécimo (Matt Smith), que nos guiaba a través de vídeos para ayudarle a estabilizar la TARDIS, meternos en una nave Dalek, caminar entre Ángeles Llorosos, y terminar siendo testigos de un delicioso espectáculo tridimensional en torno al vórtice por el que acostumbra a viajar su nave.


Mientras nos reponíamos de la experiencia, tocaba pasearse por una detallada exposición que incluía una galería completa de monstruos, la vestimenta habitual tanto de los distintos Doctores como de los acompañantes que han tenido en la serie moderna, una recreación a tamaño real de la TARDIS de Eccleston y Tennant (con una pantalla de vídeo mostrando en bucle la "muerte" de este último, ¡sádicos!), y muchas más cosas, para terminar en la socorrida tienda, en la que lamentablemente casi todos los objetos, salvo los "atemporales" (la nave, los monstruos...), correspondían al actual Doctor, una lástima para los admiradores de cualquiera de los diez anteriores. Pese a este detalle, realmente es una experiencia que merece mucho la pena para cualquier amante del Doctah. No digo ir a Londres expresamente para ello, aunque dependerá del grado de frikismo de cada uno, pero una vez allí, es algo que no debería dejarse escapar.


Un día más tarde, decidí ir a la parte este de la ciudad, concretamente a la zona de Uptown Park, donde está situada la tienda del Doctor, The Who Shop. Y aunque me esperaba algo más grande, eso no quita para que disfrutase igualmente como un niño entre sus estanterias, donde (faltaría más) tienen un par de TARDIS y algún Dalek tamaño real decorando las esquinas. También debo decir que la tienda no tiene exclusivamente productos del Doctor y sus spin-offs, también puedes encontrar allí cosillas sueltas de Farscape, Star Trek o de (¡ay!) Crepúsculo, y que la dueña de la tienda es todo un encanto (el negocio lo llevan un matrimonio, y él acostumbra a vestirse de Cybermen para diversos eventos), y pese a los intimidatorios carteles que había en contra de hacer fotos sin permiso, o de no tocar según qué objetos, con un par de palabras amables consiguió hacerme sentir muy a gusto.

Nuevo día, nueva tienda. No podía dejar Londres sin pasar por una de las primeras tiendas frikis de las que había oído hablar, hace ya más de una década: Forbidden Planet. Nuevamente, me esperaba algo mayor, una especie de colosal centro a lo Corte Inglés de varias plantas pero dedicado por completo al mundillo de la ciencia ficción y la fantasía, y sí, es grande, pero no deja de ser una tienda grande de cómics y libros en una planta, y de merchandising en otra. Que para un londinense debe ser estupendo, pero para mí perderse entre docenas de estanterías llenas de comics no tenía mayor interés, es algo que ya había hecho días atrás en la FNAC. Respecto al Doctor, en cuanto a merchandising nuevamente nos encontramos con una predominancia de la encarnación actual, y aunque había alguna cosilla de alguno de los clásicos, a Tennant sólo alcancé a verlo en la zona (más de una pared bien nutrida, por cierto) de libros, revistas y audiolibros. Menos de dos años después del cambio de actor, parece como si hubiese sido relegado a la sección de antiguedades.

Y por si alguien no lo sabía aún, lo diré claramente: para mí, el Doctor es David Tennant, por lo que su ausencia en esa tienda me ha repateado un poquillo. Si no hubiese sido gracias a la Tienda del Doctor, no me hubiese podido venir a casa con SU destornillador sónico. Ya sólo me queda decir una cosa:

Allons-y!

domingo, 6 de noviembre de 2011

Festival de Series (y de colas)

Hace dos semanas asistí por primera vez al Festival de series que por tercer año ha organizado Canal+ en Madrid. Fue un viaje prácticamente improvisado, por evadirme del día a día, y no únicamente por ir al festival, pero bueno, no estamos aquí para hablar de mí...


El jueves lamentablemente no estuve, aunque me hubiese gustado haber ido a la presentación, con Alex de la Iglesia hablando de zombies, incluyendo una videoconferencia con Robert Kirkman, el creador de los cómics de The Walking Dead. Igualmente, el viernes me quedé con las ganas de asistir al taller de autopromociones, aunque ambos están disponibles en el canal oficial de Youtube del propio Festival

A continuación, paso a comentar un poquito los actos a los que asistí:

Estreno de Once Upon A Time: se deja ver. Sin más. Puede evolucionar hacia una historia estupenda, pero hay ciertos indicios que me hacen pensar que será una nueva Happy Town, y no sé si tendrá la aceptación necesaria para mantenerse en antena, pese a su buen reparto. Sobre el episodio en sí, mezclaba con no demasiado acierto para mi gusto las escenas "actuales" con las del mundo de fantasía, recurso que no sé si seguirán repitiendo, pues aunque en principio tampoco queda mucho por contar del argumento principal, creo que recurrirán a ese mundo de forma similar a los flashbacks de Lost. Creo que la veré... pero cuando ya tenga un futuro más definido, tanto argumentalmente como en la parrilla.

Conferencia "Música y series", acompañada del documental Música en serie: El documental, muy entretenido, aunque eché en falta que tocasen algunos temas. Eso sí, me ganó que terminase con el "Where do we go from here?" del episodio musical de Buffy. La charla posterior... para empezar, le sobraban muchas citas de gente que la mayoría de los presentes probablemente ni conocíamos También se abusó de presentar casi como dogmas opiniones personales, y la mejor parte, la exposición de esas argumentaciones junto con fragmentos de películas (sí, de películas, aunque fuese un festival de series) venía en dosis no especialmente acertadas.  Prueba de todo ello es cómo la sala, en un primer momento llena casi a rebosar, se fue quedando paulatinamente más vacía a medida que pasaban los minutos.

Otro problema fue que para cuando quise salir de esa sala ya fue tarde para meterme a ver el estreno de Imborrable, y a poco que me despisté, se llenó el aforo de la película del canal SyFy Megashark vs. Crocosaurus, proyección que garantizaba unas buenas risas. Quizás debería haber esperado y meterme a la proyección de la animación para adultos (Archer y Robot Chicken), pero las ganas de cenar algo y de no seguir en una cola me pudieron, terminando así la jornada.

Webseries: al principio, me estaba gustando mucho la exposición de un profesional y muy buen conferenciante Juan Pablo Seijo, con un powerpoint que sólo mostraba los datos fundamentales (no como otras conferencias en las que parece que el ponente se limita a leer y añadir un par de frases a lo expuesto en pantalla) a la par que nos mostraba fragmentos de video de algunas de las propuestas mencionadas. El problema surgió cuando nombró Doctor Horrible, comentando que la hizo Joss Weston (WTF! lo mismo mis oídos me fallaron, pero es lo que entendí) al quedarse sin Firefly, cuando en realidad fue fruto de la huelga de guionistas, y ya habían hasta hecho años antes Serenity (la película de Firefly) cuando escribieron la webserie en cuestión. Y una vez pillado con el dato tan garrafalmente en falso, te entra la duda de si el resto de lo que está contando es tan real como lo que sabes que no lo es, algo que me ha pasado a menudo con revistas y periódicos. Que no digo que fuese a propósito, claro que no, pero sí que se estaba apoyando en información equivocada, y a saber hasta qué punto.

Nada más terminar la conferencia, emitieron íntegra la webserie The Confession, con Kiefer Sutherland y John Hurt. Me sorprendió que se proyectase es castellano, pues no sabía que había sido doblada; y afortunadamente, no la emitieron como se publicó originalmente, en fragmentos de 5-6 minutos, sino en un bloque contínuo de unos cuarenta minutos, sin los "Anteriormente" de cada webisodio (una rayada cuando decides ver la webserie del tirón). Me quedo con la misma impresión que la primera vez que la vi: está bien, es solvente, bien desarrollada e interpretada (aunque en momentos especialmente emocionales el doblaje de John Hurt chirría un poco), pero tampoco es una maravilla y termina sabiendo a poco.

El Trono de Hierro: dado que se solapaba con la charla sobre las webseries, ni me molesté en intentar sustituir el visionado de The Confession por los especiales de Juego de Tronos, pero sí que llegué a sentarme brevemente (demasiado para llegar a disfrutarlo realmente) en el Trono que tuvieron expuesto toda la jornada en el vestíbulo de los cines. Y mientras que en la serie parece una cosa oscura e imponente, lo que vi allí, por muy chulo que fuese, era bastante más mundano.




Taller de doblaje: para mí ha sido el plato fuerte del Festival. Cierto que hubiese preferido otras voces a las que personalmente tenga gran apego, pero dejando de lado gustos personales, el buen hacer y el sentido del humor de los actores de doblaje invitados (las voces españolas de los jefes de los tres CSIs, Grissom, Horatio y Mac Taylor) proporcionó muy buenos ratos a la audiencia. Ahora bien, mi opinión es que el acto se quedó corto de duración, y dado que había otro evento programado en la misma sala que impidió alargar la ronda de preguntas y respuestas, nos quedamos con las ganas de saber más de los entresijos y anécdotas de este mundillo.

Alphas: cumple perfectamente con las expectativas. Divertida, de buen ritmo (pese a que el primer episodio dura más de una hora), y con un grupo de personajes bien mezclados. La única pega que le pongo es que da la impresión de que va a tender a convertirse en un procedimental con superpoderes, lo que no es malo de por sí, pero tiene potencial para una trama continua de mucho interés. Anecdotario: salí con otras cuatro personas del público a ser anunciados como los Alphas españoles a petición del presentador del Festival, el también actor Antonio Muñoz de Mesa (al cual conocía de la serie Impares... muy graciosa, por cierto: cuenta en segmentos cortos y ágiles las desastrosas citas de una agencia de contactos que no parece tener mucho criterio a la hora de emparejar). Fue un momento muy gracioso, en el que me gané involuntariamente un aplauso del público, tras el cual seguro que ninguno de los presentes diría que soy tímido.

La pequeña mezquita de la pradera: me sorprendió muy gratamente. Ácida crítica en contra del fanatismo antimusulmán, ya sea desde el primer paleto del pueblo a los medios de comunicación sensacionalistas o no (estupenda la reacción cuando el nuevo imán dice que es de Toronto), envuelta en una capa de humor rápido y satírico. Lo peor no fue cosa de la serie: en la sala tenían el volumen demasiado alto, y como los personajes no paraban de hablar con exclamaciones, hubo momentos en los que casi fue doloroso estar allí.

El Divo: afortunadamente, no pusieron el primer episodio, que es el único que ya había visto antes de apartarla sin ninguna duda de mi lista de series. Y ciertamente, en este cuarto episodio me gustó más que en aquella ocasión, aunque sigo pensando que en este intento de hacer una parodia tipo The Office (la original) a costa de unos personajes casposos (no sólo el propio divo, también ese jefecillo que bien podría haber salido de Torrente) termina pecando de eso, de casposa. Eso sí, excelentes las escenas carcelarias, sobre todo el momento del periódico. Me río sólo de recordar esa frase contundente.

Un idiota de viaje: me fui antes de que terminase... La "serie", más un docu-reality que otra cosa, porque lo que se ve en ella es real, se basa en que los creadores de The Office (nuevamente, la original) mandan a un amigo suyo poco avispado a pasarlo mal en distintos lugares del mundo, engañándole con que va a hacer una serie documental sobre las siete maravillas del mundo moderno. En el episodio proyectado en el Festival viaja a México, donde es testigo de los festejos de Semana Santa, corriendo a apartarse de una celebración de pirotecnia callejera (es irónico cómo le extrañan las costumbres del lugar, señalando que en la Biblia no debe de venir nada sobre fuegos artificiales pero encuentra muy apropiados para esas fechas los huevos de Pascua), o entrenando con luchadores de wrestling. Cuando creía que por fin iba a ir a su objetivo, la pirámide escalonada de Chichen Itza, resulta que me lo montan a caballo con un sombrero demasiado apretado, y decidí que ya había tenido suficiente, terminando así la ajetrada sesión del sábado.

Presentación de la 4ª temporada de El mentalista, con Anthony Blake: no sé si fue por masoquismo o simples ganas de hacer algo en el último día del Festival, pero de los escasos eventos del domingo decidí acercarme a volver a ver a un episodio que ya había visto en casa, y que realmente no me había gustado. Quizás también influyeron las ganas de ver en pantalla grande algo que no fuese un estreno absoluto, es decir, una serie que ya conociese, para comparar la experiencia con el visionado doméstico, puesto que a las demás, salvo a El Divo, había llegado prácticamente virgen. Por otro lado, nunca me ha caído en gracia Anthony Blake, pero tampoco había asistido a un espectáculo de magia en directo, y allá que fui, a hacer la que para mí fue la cola de mayor duración (dado que, nuevamente, había otro evento en la sala, la presentación de la serie Chic-cas, que por lo que parece se alargó más de lo pensado, retrasando el nuestro más de 20 minutos).

Una vez empezó el espectáculo, si bien mejoró mi impresión sobre el mago, y me divertí con el desarrollo y la exposición de sus trucos, no creo haber quedado tan fascinado como la mayor parte de la audiencia, y menos cuando recurrió a hablar de familiares muertos de los asistentes. Y no es que sea un escéptico total en cuanto al más allá o los poderes mentales, pero tampoco un crédulo, y más cuando se trata de trucos propios de cabaret. Sobre el episodio... lo encontré mejor desarrollado a nivel de ritmo de lo que me pareció la primera vez, pero mi impresión sigue siendo prácticamente la misma: ha sido cargarse el final de la tercera y reiniciar lo que hubiese sido un avance de la trama simplemente "porque yo lo valgo".


En resumidas cuentas, el Festival ha sido una experiencia de lo más interesante, aunque haya quedado un poco ensombrecida por detalles como las horribles esperas para entrar a las salas, o la imposibilidad física de asistir no ya a las proyecciones, sino simplemente a la mitad de las conferencias y talleres, bien por ser simultáneas, bien porque al salir de un acto la gente esperando para el siguiente asustaba, aventurando que tenías papeletas de quedarte fuera. Eso sí, detalles alternativos a los propios eventos, como el grupo de azafatas promocionando Pan Am, el cruzarte cada dos por tres con gente con aspecto ligeramente sanguinolento tras el Taller de maquillaje ,o los cócteles gratuitos (Cosmopolitans y Manhattans) ofrecidos por el canal Cosmo, son un valor añadido que hace más favorable mi opinión. Si me viene bien, me gustaría repetir el año que viene; eso sí, espero hacerlo acompañado, que seguro que será aún más divertido (sobre todo durante las colas).

Una anécdota final: cuando salí por última vez del Festival, me encontré con el presentador en la cola del Burger King. Al reconocerme de la presentación de Alphas, en vez de lo que esperaba, que sencillamente me saludase sin moverse del sitio, y a pesar de estar acompañado, se acercó a hablar un momento conmigo sobre la serie. Un gran detalle.


sábado, 17 de septiembre de 2011

Cara y cruz de Telecinco

Una serie surgió hace poco y tras una abundante promoción ha sido estrenada y vapuleada a placer. La otra, rodada en su totalidad hace tiempo, se pasó más de un año cogiendo polvo en algún lado hasta que decidieron emitirla como quien no quiere la cosa. Irónicamente, la calidad de ambos productos es inversamente proporcional al interés que la cadena de Vasile ha puesto en ellos. Esta semana he visto los dos primeros episodios de Cheers y Punta Escarlata, dos formas muy distintas de hacer televisión aunque emitidas por la misma cadena.


Pues sí, no he podido evitar caer en la tentación y he visto la serie más masacrada de la semana, la versión autóctona de... no, espera. El bar es casi el mismo, cambiando los detalles deportivos, y algún personaje incluso se asemeja, pero salvo algunos chistes copiados, el parecido resulta escaso. Es llamativo que alguien con mi memoria y tras tantos años sin ver la serie original se dé cuenta del calco de frases, aún cuando en este supuesto remake quedan sosos, no sé si porque los chistes ya caducaron o por falta de chispa al soltarlos.

En Twitter algunos han rebautizado esta serie como Los Cheeranos, por aquello de que, al menos en los dos episodios emitidos, el protagonismo recae en exceso sobre Antonio Resines, encarnando a un papanatas de psiquiatra que no llega ni a la sombra de la suela de los zapatos de Frasier Crane. También dicen que ésta se parece más a su anterior serie, Los Serrano, que a Cheers. Yo aquí no puedo opinar, puesto que sólo he visto fragmentos sueltos de aquel sueño de Resines hecho serie, pero con lo que sí he encontrado parecido es con las películas de Pajares y Esteso (la striper, los tíos en calzoncillos, la hipnosis de parvulario...). El problema de la serie es que llega con décadas de retraso, y siendo una obra actual es imposible mirarlo con ojos de antaño, aparte de que no me imagino a los originales en situaciones tan burdamente rodadas.

Así y todo, la serie no me pareció tan abominable como había leído, incluso debo admitir que llegó a sacarme alguna sonrisa (quién sabe si con algún chiste mejor reciclado), pero sí es cierto que es una serie mala con ganas, sólo salvada por su corta duración (30 minutos), y por la aparición como secundario de Luis Varela, aunque sea practicamente repitiendo su papel de jefe agrio de Camera Cafe. Sus intercambios con nuestro Sam Malone fueron de lo mejorcito del show. Hay quién ha alabado también la actuación de Alexandra Jiménez, pero personalmente la encontré más fuera del agua a ella en la serie que a su personaje en el bar, al igual que a la otra camarera. Por no hablar de los sosos y poco creíbles Yuri, Mister, y como quiera que llamasen aquí a Cliff.

De todas formas, lo mejor de este Cheers ha sido devolver a mi cabeza aquella entrañable canción (aquí violada sin reparos por Dani Martin), y, vaya, que me han dado ganas de volver a ver la original, que ni recuerdo si llegué a terminar.



Por contra, Punta Escarlata me ha sorprendido muy gratamente. Me acerqué a ella con recelo, había leído muchas cosas buenas sobre ella, pero también he leído cosas exageradamente buenas sobre El Barco, serie que engancha pero que hace aguas por muchos frentes. Otro de mis temores era encontrarme con un mero remedo de Patricia Marcos: Desaparecida, aquella excelente mezcla de investigación y drama familiar, pero, aunque tengan ciertos puntos en común, son dos obras bien distintas, estilísticamente al menos.

Al igual que en aquella, aquí nos encontramos con una realización cuidada, con una fotografía claramente española pero que por momentos que se escapa de lo habitual en nuestro país, en este caso acompañada de una cámara inquieta, temblorosa, pero sin llegar a los excesos de Policías de Nueva York o The Shield. Así mismo, la narración está plagada de planos cortos, certeros, flashbacks muy bien llevados y dosificados, o momentos ligeramente poéticos, como la hoja cayendo tras un suicidio, o la salpicadura de vino ciertamente evocativa de otro líquido rojo. Incluso, en sus últimos minutos, me ha traído recuerdos de ¡Twin Peaks! Y sin desmerecer, pese a las evidentes diferencias.

El hecho de dotar al relato de esos pequeños añadidos, como también lo son la taza de Dexter que lleva el forense cascarrabias, la voz en off del policía (excelente recurso para el resumen del episodio anterior) o los planos cortados bajo la lluvia que cierran el segundo episodio, elementos de los que muchas otras series prescindirían, evidencian el mimo con el que se ha hecho la obra, dándole al conjunto algo más de categoría.

También el hecho de ser una trama cerrada le hace ganar muchos puntos, puesto que aquí no nos perderemos en temporadas dando vueltas sobre lo mismo. La trama, aunque se recree aquí y allá en subtramas amorosas y momentos como la aparentemente improvisada discusión sobre habilidades psíquicas (o quizás sólo parezca improvisada por la naturalidad de la misma y la nerviosa forma en que está rodada), insiste en no perder el rumbo, está claramente centrada en el misterio sobre el que se mueven las historias personales de todos los personajes.

Lo peor: ese mal casi endémico de las series españolas, la hora larga de duración por episodio, aunque el poder verlos a mi ritmo lo hace más llevadero. También rechinan las actuaciones en algún momento puntual (especialmente en un par de escenas claramente dobladas en estudio), pero en los dos episodios vistos hasta ahora no hay interpretaciones que echen para atrás, ni siquiera entre los más jóvenes, cosa bastante habitual en otras series españolas del género. Mención especial merecen Nadia de Santiago, en un papel complicado pero del que consigue salir airosa, con un aura de belleza misteriosa del que carecía las otras veces que la había visto, y Javier Coll en un rol bien alejado del que hacía hasta hace bien poco en Doctor Mateo.


Así pues, salvo que intenten sorprender con una resolución artificiosa, creo que disfrutaré de lo que queda de Punta Escarlata, y en algún momento volveré a visitar Cheers... en Boston, no en Madrid.

lunes, 8 de agosto de 2011

Semana de descanso (II)

Se acabó. Anteanoche terminé esa condena autoimpuesta durante la cual no me permití ver series, y la he cumplido sin problemas, más allá de unos casi inevitables minutos de Amar en tiempos revueltos que pasaron, más por mis oídos que ante mis ojos, a la espera de que mi madre terminase de verla.

La cuestión es que no me siento, como imaginé antes de empezar, con ninguna ansiedad de ponerme episodios, ni siquiera de aquellos relatos llenos de continuidad que dejé inacabados. No voy a negar que en alguna ocasión he echado de menos o he tenido ganas de seguir con las peripecias de Vic Mackey (The Shield), o de Monk, por poner dos ejemplos, pero han sido las menos, y por lo general no cuando estaba en casa, disfrutando de otras formas de entretenimiento. De hecho, la primera película con la que me puse, Slither, me dio ganas de retomar una serie, y no por tener a Nathan Fillion de protagonista, sino por el ligero parecido que encontré entre el personaje de Michael Rooker y el profesor que encabeza Breaking Bad:


Y si bien el domingo sí sentía algo así como el mono de series, y llegó un momento en que parecía que iba a sustituir las series por películas, pronto me quedó claro que no me apetecía cambiar una "adicción" por otra, y de ahí pasé con naturalidad a ejercitar algo tan evidente, pero de lo que muchas veces, metido en la vorágine de mil temporadas a medio ver, no me doy cuenta, que es hacer con mi tiempo libre sólo cosas que me apetezca en cada momento. Como si me apetece sólo sentarme y pensar. Y así hay días que han dado las nueve de la noche y parece que no he hecho prácticamente nada, pero me ha dado igual, he vencido esa obsesión por estar haciendo/viendo mil cosas.

Por otro lado, la semana ha sido bastante propicia: he tenido bastante trabajo, a veces hasta estresarme, y luego un encontronazo personal propició que me alejase también de otra de mis rutinas diarias. Así pues, y rescatando una carpeta llenita de mp3s del disco duro de mi antiguo portátil (hacía mucho que no escuchaba tanta música en casa), dejé pasar los días entre canciones largo tiempo aparcadas, una ración de prácticamente una película diaria, alguna que otra buena conversación, y horas relajantemente vacías.

El libro que comentaba hace una semana sigue, sin tocar, sobre la mesa, pero en cambio, me he metido con una relectura pausada y detallista de V de Vendetta, una obra más que interesante, sobre todo en estos tiempos que vivimos, con Anonymous usando la misma máscara de Guy Fawkes, leyes que recortan derechos, y la policía a veces más cercana a esos Fingermen que imaginó Alan Moore que a los personajes con corazón de Turno de Guardia o Canción Triste de Hill Street (pero bueno, "la próxima semana hablaremos del Gobierno", como decían Tip y Coll).

Respecto a las series, que al fin y al cabo es de lo que trata el blog, salvo los episodios de Expediente X de estos días, sigo sin ver nada, y de momento no tengo intención de seguir, al menos al ritmo que llevaba antes. He decidido seguir a dieta de series al menos lo que queda de mes, y cuando digo dieta me refiero a algo no tan restrictivo como esta pasada semana. Quizás prosiga con dos o tres series, pero con calma, con un visionado más ocasional que constante. Es decir, ver cada episodio como una ocasión especial, no uno más en una larga, casi interminable ristra. Esto probablemente también implique dejar algunas series en el camino y quedarme con las que más me llenen, pero sin arrepentirme de haber visto tantas, porque al fin y al cabo, por muy frase manida que sea, en la variedad está el gusto, y sigo creyendo que viendo cosas malas y mediocres puedes valorar mejor lo bueno.

Y ya puestos, creo que me voy a animar a revisionar (y en algunas ocasiones, comentar aquí) algún que otro episodio de series ya vistas, algo que, dado el volumen de lo que tengo por ver, rara vez hago.

domingo, 7 de agosto de 2011

Los tres días del Zorro

No se me extrañen, no voy a hablar de ninguna serie protagonizada por aquel aventurero enmascarado. El Zorro al que me refiero es la traducción del nombre de pila de uno de los dos protagonistas del relato con el que he terminado mi abstinencia de series. Como avancé en la primera parte del post de la semana pasada (en breve publicaré mis reflexiones sobre la experiencia), hoy tenía un motivo para ver episodios de una Serie. Para algunos podrá parecer un motivo más bien tonto, pero son estas tonterías, estas tradiciones, las que a veces hacen que algo siga vivo.

Pues veréis: hoy, 7 de agosto, es el cumpleaños de David Duchovny, el que interpretase a Fox Mulder. Y además, es el aniversario del estreno en España (aunque yo la vi en un preestreno el día antes) de la primera película sobre Expediente X. Y por si fuera poco, en dos días será el cumpleaños de su compañera de reparto, Gillian Anderson, la que se hiciera famosa como Dana Scully. Estos tres días, junto al 13 de octubre (cumpleaños de Fox Mulder, pero también de su creador, Chris Carter) son los días que procuro rememorar un poco todo lo que Expediente X significa y significó para mí.


La mayoría de los que me conocen saben que rindo culto a esta Serie, no ya por haberme acompañado durante mi adolescencia, o por haber sido el punto de unión gracias conocí a una serie de gente, la mayoría ya perdida con los años, que me ayudó a salir de mi caparazón y empezar a ser la persona que soy hoy. Con el permiso de su antecesora, Twin Peaks, desde hace mucho he considerado que, junto a Urgencias y Friends, fue uno de los pilares gracias a los cuales se cambió la forma de hacer televisión en la primera mitad de los 90. Cada una en su género (misterio, drama y comedia), demostraron que se podía hacer buena televisión saliéndose de lo establecido, y abriendo la puerta a toda una nueva generación de series que con mayor o menor fortuna siguieron y en ocasiones hasta mejoraron su estela. De hecho, antes de que Buffy, Cazavampiros explotase con tanta fiereza en la segunda mitad de su segunda temporada, bien podía haber sido tomada como una versión más juvenil de Expediente X, con "casos" más claramente paranormales y sustituyendo extraterrestres por chupasangres como su eje central.

Así y todo, estoy hablando de una serie que terminó hace ya nueve años. La televisión ha vuelto a cambiar desde entonces, con otros hitos como 24, Perdidos o House, pero me cuesta creer que el medio hubiese llegado a donde está ahora sin los amigos de Central Perk, los médicos de County General, y aquel par de agentes que ocupaban una oficina en los sótanos del edificio J. Edgar Hoover.

También señalar que el sistema que usamos muchos para ordenar los episodios está cogido del de Expediente X. Mientras en otros sitios, por poner un ejemplo, al primer episodio de la segunda temporada de cualquier serie lo identifican como S02E01, o con nomenclaturas similares, en España se ha tendido a numerarlo como 2x01, heredando sin más el código de producción de Little Green Men, una aventura que llevaba a Mulder a Puerto Rico. Me explico: Hasta finales de los 90, cuando se les quedó corto el sistema, la cadena Fox clasificaba los episodios producidos de la siguiente forma: un dígito para la temporada (que no tenía por qué corresponderse con el número real de la temporada; la primera temporada de MillenniuM se etiquetó con el número 4), una letra que identificaba la serie, y dos dígitos para el episodio dentro de su orden de producción, que podía o no variar respecto al de emisión. Así, Expediente X tendría la X como letra diferenciadora, mientras que Buffy tenía la V (2v01), Ally McBeal la M (2m01), MillenniuM la C (5c01),... También señalar que el piloto de cada serie se etiquetaba, por motivos que desconozco, como episodio "79" (1x79, 1v79, 4c79,...).

Por ello, y por muchas cosas más, durante estos tres días, mi programación se basará principalmente en revivir algunas de aquellas pequeñas y grandes historias fantacientíficas, aquellos momentos de tensión, aquellas frases graciosas, aquellos detalles llenos de humanidad... Por ello, permitidme un pequeño grito de guerra final:

X-Files Forever!

viernes, 5 de agosto de 2011

Mención a los caídos

Han caído como moscas bajo un spray. Sólo las más fuertes sobreviven. Las más fuertes... o las que deciden los a veces absurdos designios de las cadenas, más bien.


Hellcats, Better with You, Lights Out, Love Bites, Mad Love, Perfect Couples, Running Wilde, Traffic Light, Working Class,... y más que me dejo, o de las que hablaré más adelante. Todas ellas, canceladas en su primera temporada; parece que ha sido una época muy dura para las nuevas series. Algunas de ellas todavía ni habían encontrado su voz, y quizás por ello han caído, aunque muchas veces es más una falta de confianza de su cadena que otra cosa. ¿Quién no recuerda algún relato televisivo que haya tardado en despuntar, y luego nos haya asombrado con su grandeza?

Antes de mi particular "experimento", me pasé dos meses terminando una media de 3 temporadas (o series) por semana, bien de estas recien llegadas y expulsadas, bien de series más establecidas. Es curioso que muchas veces, en series de largo recorrido, cuando ya llevan unas cuantas temporadas termino echando en falta en el brío, la creatividad, la inocencia o el valor que tuvieron en sus primeros pasos, cuando sus protagonistas aún no eran muy conocidos y sus creadores no sabían si su proyecto duraría más allá de unos meses. Por contra, de estas cancelaciones primerizas algunas parecían ya predestinadas, con muchas series bien planteadas pero a las que les faltaba algo para enganchar, o que incluso ya nacieron viejas, como Shit My Dad Says. De ella, de Detroit 1-8-7, y de The Defenders ya he hablado suficiente, ahora comentaré un poco otras que he ido viendo:

Chase: abandoné esta historia de marshalls persiguiendo fugitivos al primer episodio. Un doblaje espantoso me impidió disfrutar de una historia que recuerdo normalilla, y visto lo visto, tampoco me entraron ganas de seguir en versión original.

Skins (versión yanqui): me encanta la versión inglesa, así que tenía que catar al menos este "remake". Porque el primer episodio más que una versión fue eso, un remake en toda regla del original, con poquitos cambios, y casi todos para peor. Donde allá había personajes y ambientes de aspecto común, realista, en ésta nos encontramos aspectos más típicos, aseados, ligeramente como de anuncio. Una copia sin alma, pero con muchas caras bonitas.

The Event: visto el piloto, parecía otro FlashForward. Me gustó pero no me enganchó poderosamente, así que no pasé de allí, esperando tener la (muy previsiblemente) única temporada para verla del tirón, pero, ay, el final dicen que es demasiado abierto, así que no apetece nada. Quizás si realizasen esa miniserie final de la que hablaban...

Lejos del mapa (Off The Map): el planteamiento era interesante, y la serie no estaba del todo mal, pero era demasiado blanda, más preocupada en sacar tramas románticas que en detallar la dureza de ser médicos en un lugar con escasos recursos (aunque con la de turistas que aparecían, yo no diría tan "fuera del mapa" como afirma su título), y aún intentando no recordar los episodios de Urgencias que contaban lo mismo con muchísima más maestría, el resultado quedaba bastante pobre.

Mentes Criminales: Comportamiento Sospechoso: sí... pero no. Lo mejor de esta serie es lo que tiene de su serie madre, pero a sus personajes les falta gancho, y muchas veces parece que los perfiles son meras improvisaciones. Ha tenido sus buenos momentos, no lo negaré, pero han sido eso, momentos, más que episodios. El último caso ha sido probablemente el mejor, y su final, también abierto, espero que lo resuelvan aunque sea con unas frases en la otra serie, pero tampoco me mataría si no fuese así. Y esto último dice mucho.

Mr. Sunshine: Matthew Perry como gerente de un estadio deportivo, resolviendo los diversos problemas que van surgiendo, lidiando con una jefa muy rara y enamorado de una de sus empleadas... otra que tenía algunos buenos momentos, pero no terminaba de afianzarse. Con unos mimbres parecidos (y con la misma rubia como interés romántico del protagonista), no hace mucho tuvimos a Better Off Ted, mucho más lograda e incisiva.

Glory Daze: una dramedia universitaria ubicada en 1986. He visto sólo los dos primeros, y tiene sus puntillos graciosetes, pero le falta algo, quizás tirar más hacia el surrealismo que se adivina aquí y allá, y desde luego hacia la comedia (¿o acaso la llaman dramedia cuando quieren decir comedia simpática pero sin demasiado humor?). Creo que la terminaré, aunque sólo sea por los recuerdos que me provoca su banda sonora ochentera.

No Ordinary Family: parece que no es época para superhéroes. Una serie sobre una familia con superpoderes tenía muchos elementos para triunfar, y el guión a veces me sorprendía siendo más inteligente de lo que parecía, pero creo que cargaron demasiado la tinta en sosos problemas cotidianos, y aunque la historia pretendía estar ubicada en un mundo realista, muchos de sus personajes se antojaban demasiado cliché, sobre todo los "buenos", excesivamente buenazos y con poca complejidad.

The Cape: otra de superhéroes, pero mucho más desfasada que la anterior. Con su mundo decididamente ficticio, aunque no lo suficientemente explorado (se notaba que podía haber dado mucho más juego), es decididamente mi favorita de entre todas estas cancelaciones, pero era raruna como ella sola (lo que no quita para que por momentos me recordase a Darkman o a la serie de los 90 de Flash), y requería demasiada complicidad y suspensión de la incredulidad del espectador, por lo que era casi inevitable que se estrellase.

Me quedan en el tintero, con intención de probarlas aún sabiendo su limitado trayecto, Breaking In, Chaos, The Chicago Code, y quizás también Outsourced.

lunes, 1 de agosto de 2011

¡Que se haga la luz!

Como dije en mi anterior entrada, hoy hago público este blog. Empezó siendo privado un poco por vergüenza, y también por si lo abandonaba a las primeras de cambio (y en junio, con lo ajetreado que tuve el mes, ganas no me faltaron), pero creo que ya va siendo hora de que no lo sepan sólo tres personas contadas.

Así pues, bienvenido el que entre; sed críticos, pero comprensivos, que aún estoy comenzando :)



Sobre mi experimento: estoy con un pelín de mono, en el sentido de que a veces, sin darme cuenta, termino de hacer algo y pienso "a ver qué episodio me pongo ahora...". De momento he visto sólo un par de películas, que tampoco quiero sustituir una adicción por otra, y he leído un poco... aunque en pantalla. Eso sí, está aumentando ligeramente la cantidad de música que escucho, otra de esas aficiones que tenía dejadas de lado.

sábado, 30 de julio de 2011

Semana de descanso (I)

En unos minutos, cuando den las 12 de la noche, comenzaré un experimento, una apuesta conmigo mismo. Se me ocurrió hace un par de semanas, sin más, y según fue dando vueltas en mi cabeza más me gustó:

No ver ninguna serie durante una semana.

Parece un reto sencillo, pero en las dos semanas que llevo anotando lo que veo en la web Miso, resulta que he visto un total de 85 episodios. Eso hace poco más de 6 episodios diarios. Obviamente, no veo tantos episodios todos los días, hay días que sólo he visto uno o dos, y otros que me he debido ver diez.

¿Por qué esta decisión? Principalmente, para despejarme un poco. Cuando empecé este blog, estaba viendo 30 series. Desde entonces, decidí ir recortando poco a poco el número, y se puede decir que lo he conseguido. En los últimos días he terminado con Doctor Mateo, la séptima temporada de The Office, la tercera de Flashpoint, y la quinta The Shield, con lo que, aún dejando las siguientes temporadas de esta última en la lista, el número de series que estoy viendo se queda en 12, un número muy reducido para lo que acostumbro.

(A modo informativo, y por orden alfabético, estas doce son: Ángel o demonio, Futurama, Glory Daze, Los vengadores (serie de dibujos), Monk, Mr. Sunshine, NCIS, Pequeñas mentirosas, Reglas de compromiso, The Batman, The Shield y Wallander)

También está esa sensación que tengo a veces de que mi vida se basa en trabajar y ver series, y otras actividades quedan en un segundo plano. Así pues, me tomaré esta semana como desintoxicante. ¿Qué haré con todo ese tiempo extra? Procuraré ver algunas películas, que tengo bastante abandonado el llamado séptimo arte (de hecho tengo DVDs comprados hace un año aún sin desprecintar), me pondré al día con algunas de esas tareas que se van dejando y dejando, quizás lea ese libro que lleva unos meses tirado sobre la mesa del ordenador, y seguramente vaya publicando alguna cosilla más en este blog. Que por cierto, una de mis intenciones al abrirlo era soltar curiosidades que iba descubriendo en las distintas series, y todavía no he puesto ninguna.

Si el experimento me gusta, quizás repita más a menudo, una vez al mes, o tal vez lo alargue (salvo excepciones puntuales) a todo agosto. Ya se verá. Lo cierto es que no sé cómo será despertarme mañana y no ponerme un episodio mientras ojeo las novedades en internet, o qué cambios notaré según pase el tiempo. ¿Mutaré? xD

Alguno se preguntará: ¿por qué empiezas un domingo y no el lunes? Que además, es día 1. Pues porque el día 7 es para mí un día significativo, y ese día quiero ver unos episodios de.... bueno, ya lo contaré en su momento, jeje. De hecho, había pensado en que la semana del experimento fuese la del 8 al 14, pero el ir terminando tantas series, entre otros motivos personales, me ha impulsado a hacerlo ya.

Una nota final: tengo previsto hacer público el lunes este rinconcito en el que escribo, con el cambio de mes y esas cosas. A ver cómo funciona la cosa...

¡Y allá vamos!

miércoles, 27 de julio de 2011

Abandonos

Partamos de una base: soy asquerosamente completista. Cuando empiezo algo, o lo dejo a las primeras de cambio o me cuesta horrores dejarlo. Por eso mismo, en mi estantería se encuentra (aún sin desprecintar) un DVD de "Indiana Jones y la película que nunca debieron hacer", o sigo descargando episodios y más episodios de todos los CSIs con la ingenua idea de que los veré algún siglo de estos, habiendo abandonado la franquicia cuando CSI: NY aún estaba dando sus primeros pasos.

Pero todo tiene un límite, y más en épocas en las que echas un vistazo a todo lo que tienes por delante, las series aún por estrenar (Sons of Anarchy, Treme...) o en pausa indefinida (Breaking Bad, Fringe...), momento en el que tienes que plantarte y decirles a algunas "Hasta siempre".

Eso también me lleva a una pequeña reflexión que me he hecho más de una vez, y es que hay ocasiones en las que, metido en el maremagnum, parece que algunos vemos series por cubrir el expediente, por tener otra muesca en nuestro revólver, o por hacer un más check-in en Miso, esa red social de visionado de series. Sé de gente que ha dicho en mitad de una conversación (vía chat) cosas del palo "me voy a ver House, que hoy toca" o "que se me están acumulando". ¿Cómo que hoy toca? ¿Es que si no cumples con el calendario te caerá como castigo ver 100 episodios de Pasión de gavilanes? Igualmente, en ocasiones me he encontrado viendo series una tras otra tras otra con desidia, casi como por decir "ya la vi", aunque luego ni recordase de qué iba. Y desde luego no es eso.

Así, cuando no me apetece ver nada, procuro no ver nada, y ver sólo lo que me apetece en cada momento. ¿Que se me acumulan sin ver 10 episodios de Castle? Pues nada, ya los veré cuando me sienta con ganas de ellos. Y no pasa nada. El problema es cuando pasan los meses, y las ganas de ver algo no es ya que no lleguen, es que se reducen aún más. Cuando, pese a ese afán de aferrarme a las cosas, mi pequeña parte racional me pide a voces que me baje del carro, que no tiene sentido seguir. Y así, llegamos por fin al punto del que quería hablar: series que he abandonado. Aquí van:

Anatomía de Grey: la dejé a los pocos episodios del comienzo de la 7ª temporada, pasaban las semanas y seguían amontonándose los episodios sin la menor gana de acercarme a ellos, y es que ya cansa. De hecho, debería haberme bajado del barco en la temporada anterior, pero me contuve. Es una serie DE adolescentes. Sin peros. Creciditos, pero adolescentes igualmente. Y una o dos únicas descargas dramáticas de gran calado por temporada no la salvan. De hecho, el supuestamente grandioso final de la 6ª temporada a mí me dejó bastante tibio; básicamente lo que hicieron fue limpiar del reparto a casi todos los nuevos que habían metido, y dar un par de golpes de efecto.

Glee: el hecho de conocer gente muy fanática de ella me impulsa a darle otra oportunidad, pero es que los primeros episodios de la segunda temporada fueron taaaan malos... y por lo leído, tampoco es que mejore mucho la cosa: una temporada sin rumbo, que si ahora estoy contigo, que si ahora no, que si hoy cantamos canciones navideñas, y luego el tema es el sexo... vamos, como la primera temporada, pero más perdidos y sin el efecto novedad.

Undercovers: quizás aquí no vale hablar de abandonos. Sólo aguanté dos de los trece episodios que finalmente duró. Pero en casos así, en los que toda la serie tiene menos de una quincena de episodios, acostumbro a vérmelos igualmente por ese completismo ya mencionado, a poco que la cosa no me espante. Y espantarme no, pero aburrirme, bastante. Salvo por un par de momentos de acción y por la curiosa ambientación española del primer episodio, mezclando detalles reales (Caja Madrid... ¿acertaron por casualidad?) con otros grotescos (ver cartel en el fotograma de debajo), el episodio me resultó de lo más plano y previsible. El segundo no mejoró, así que nada, a la basura.



Weeds: Su anterior temporada, la cuarta, me resultó inferior a las anteriores. El cambio de escenario no terminaba de gustarme, y en ésta encuentro esos problemas acentuados. Se supone que esto es una comedia, y de hecho no es que haya hecho un viraje hacia el drama, sino que, para mí, ha perdido la chispa que tuviese. Vistos tres episodios de la 5ª temporada, encuentro que salvo ocurrencias ocasionales (como las hilarantes llamadas telefónicas a todos los conocidos de Celia), las situaciones son de lo más sosas. Veo a sus personajes perdidos, sin rumbo ni una base sólida sobre la que asentarse, y saber que me quedan al menos dos temporadas más por delante no ayuda. Al contrario, si supiese que la serie había terminado ya, pues tiraría adelante hasta el final, esperando un cierre apropiado, pero así se le quitan a uno las pocas ganas que le quedan.

Las chorradas de mi padre: Un caso curioso. La serie está basada en una cuenta de Twitter en la que un tipo ha ido soltando frases que soltaba su padre, chistosas unas, vergonzantes otras. Pese a un origen tan actual, la serie parece haberse hecho hace como veinte años, cuando las sitcoms estaban viviendo una época dorada, y se multiplicaban las comedias familiares de risas enlatadas. El problema, aparte de que los tiempos han cambiado, es que no nos encontramos con algo surrealista y con la complicidad del espectador como fue El Príncipe de Bel Air, o de humor tan estudiado como Frasier, no; esto es más un Vivir con Mister Cooper cualquiera, que puede (o no) ser divertido, pero no deja de ser algo del montón. Y así nos encontramos con chistes trasnochados que lo mismo eran divertidos leídos, pero representados, o casi más bien recitados uno tras otro, pierden su valor.

También tengo colgando de un hilo la española Ángel o demonio, pero el estar ya cerrada juega a su favor, así que por ahora más bien está en pausa. Seguiremos informando.

martes, 26 de julio de 2011

Rizzoli y... por ahí anda Isles

Diez episodios. Es una buena medida para poner a prueba una serie. No son ni los escasos seis episodios (escasos para los términos estadounidenses, porque los británicos hacen maravillas en "tan poco" tiempo) de algunas ni los en ocasiones excesivos trece de otras, en los que les da tiempo de perderse y aburrir al personal varias veces. Diez... o quizás incluso ocho, parece un número correcto para empezar a demostrar lo que pueden dar de sí un planteamiento y unos personajes concretos. Además, un número así anima más a hincarle el diente, presuponiendo terminar al menos este primer recorrido.

Rizzoli & Isles es una serie veraniega que dispone de uno de esos acortados trayectos para desenvolverse. Y me alegro de que así sea, de que no haya tenido oportunidad de perderse en casos banales durante más de una veintena de episodios. Basada en una serie de libros de una tal Tess Gerritsen, lo protagonizan una detective de policía (Rizzoli) y su amiga forense (Isles), y por lo poco que me he informado sobre las novelas, el personaje de Isles no aparece hasta la segunda de ellas, y quizás ahí radique parte del papel levemente secundario que tiene en la serie.

Así, mientras con Rizzoli tenemos flotando por toda la serie su ambiente familiar (¿soy el único al que le resulta extraño ver a Chazz Palminteri como fontanero padre de familia?), sus compañeros de trabajo, incluso sus ocasionales romances y su pasado con "El Cirujano", de Isles, salvo en dos episodios más centrados en ella, sólo tenemos apuntes muy sueltos, una cena romántica por aquí, una tortuga por allá... Vale, su propia personalidad y su pasado "muy a lo Bones" juegan a favor de que no haya mucha gente a su alrededor, pero podrían meterle un ayudante de laboratorio colado por ella, o unos entrañables vecinos (como la de Rizzoli del piloto) preocupados por ella. En cambio, la mayor parte del tiempo aparece a la sombra de la detective, bien como suministradora de información sobre el caso, bien como su amiga rarita, y a veces como ambas cosas a la vez, siendo la policía casi siempre el motor de la historia.

Y es que incluso en la cabecera de la serie aparecen un poquito más las fotos de Rizzoli que las de Isles. Y hablando de la cabecera, y de la serie en general, me parece un gran acierto el modo en que utilizan la ciudad de Boston y todo lo que la envuelve: el estrangulador, la maratón, la mafia irlandesa... Creo que desde la primera temporada de Crossing Jordan (curioso, otra serie con el apellido de una forense en el título) no había visto otros títulos de crédito con tan buen ritmo de violines.

Un inciso: Corren por ahí interpretaciones acerca de un supuesto subtexto lésbico entre las dos protagonistas, pero yo, salvo en el "episodio de las lesbianas", no vi nada más allá de una amistad. Pero claro, yo soy de los que también veía amistad entre Mulder y Scully mientras otros veían hasta sexo, así que no creo que sea el indicado en detectar y analizar esas cosas.

Sobre la serie en sí, no ha estado mal. Tras un primer episodio interesante, pero sin más, llegaron unos cuantos que se movían por el procedimental común, con casos variando entre lo soso y lo entretenido. Y entonces, en la segunda mitad de la temporada, parecen empeñados en cambiar el modelo que apenas estaban empezando a montar. Primero vino el séptimo episodio, mi preferido de toda la tanda, en el cual, utilizando como punto de partida la ya mencionada maratón de la ciudad, evento que reune cada año a más de 20.000 corredores, por no hablar de las familias y espectadores, crea un episodio tenso, dinámico, y desde luego distinto a los anteriores. Los dos siguientes episodios también se desmarcaban con tramas que pillaban de cerca primero a una y luego a la otra protagonista.

Y entonces nos encontramos con el episodio final... que funciona como metáfora de toda la temporada: estuvo bastante bien, pero dejaba que desear. Si bien tuvo momentos verdaderamente emocionantes, y se permitieron algunas licencias quizás un pelín atrevidas para una serie en otros aspectos más "blanca" o ligera, también hubo momentos en los que el ritmo y la tensión se perdían. Por no hablar de que hay detalles, como cierta amenaza de un detective a su teniente, que parecen impropios de personajes aún en pañales, como si nos hubiesemos perdido parte de su caracterización (lo mismo hace falta leerse los libros para conocerles mejor).

Así y todo, es una serie recomendable, que pese a sus fallos apunta maneras, y a la que merece la pena darle tiempo a ver cómo evoluciona.

martes, 12 de julio de 2011

Otra ciudad, los mismos crímenes


He terminado de ver hace unos días la única temporada de Detroit 1-8-7 (para quien no lo sepa, 1-8-7 es el código policial del asesinato... según el código legal californiano). Se trata de una serie policiaca más, pero que intenta no ser una más. Ya de partida se desarrolla en una ciudad poco transitada en televisión, y tiene un personaje peculiar al frente, el "raro" detective interpretado por Michael Imperioli, actor recordado por su papel en Los Soprano. Junto a él, un compañero novato, frecuente objetivo de sus bromas y rarezas (como llamarle por teléfono teniéndole enfrente), y otras dos parejas de detectives, más una protectora capitana, formando un grupo lleno de camaradería. En cada episodio suele haber dos casos, uno para una de las parejas de detectives, y otro para las otras dos, mientras vamos conociendo pequeños apuntes de sus vidas personales que enriquecen mínimamente el relato.

La serie tiene una potente sintonía (aunque desentona con el tempo generalmente más pausado de la historia), una banda sonora plagada de temas de la Motown (quizás el mayor rasgo diferenciador con respecto a otros policíacos) apoyada por un rodaje en las calles de la propia Detroit, y algunos buenos momentos, como la intensa persecución del comienzo del episodio 11, que apuntan maneras, mostrando un potencial que no llega a aprovechar. Porque se queda a medio gas, buscando ser diferente, pero anclada en casos más o menos rutinarios, sin que los personajes terminen de enganchar, y con un estilo visual muy parecido, pero menos mareante, que el que ya desgastase Policías de Nueva York.

Baste como ejemplo un apunte sobre el mencionado 11º episodio: hay, como suele ser habitual, dos casos. Por un lado, el asesinato de una estrella de Hollywood; por el otro, la muerte de un ¿sin techo? (nombre poco apropiado puesto que vivía en un edificio abandonado). Pues bien, lo "lógico" o realista hubiese sido que, dada su trascendencia, la mayor parte de los detectives se encargasen del primer homicidio, pero resulta ser al contrario, trabajan en él sólo dos, frente a los cuatro que llevan el caso del "hombre de hielo". ¿Un intento de los guionistas de ser políticamente correctos, de decirnos que independientemente de quién seas tu muerte será investigada con la misma o mayor importancia? Tal vez, pero yo no vi nada que apuntase en esa dirección. Ni una palabra, o la menor sugerencia de un mensaje social implícito. De hecho, no hay ningún momento (ni en este, ni en los demás episodios) en el que se repartan los equipos según ningún criterio, aunque sí que hablan de la importancia del primer caso para la ciudad. También podrían haberlo hecho al revés, y hacer un poco de crítica social al respecto, pero no. Ocurre, y ya está.

Y así con toda la serie hasta llegar al final. Merece la pena verla si te gustan mucho los policíacos, pero es evidente que no ha sabido sacarle partido a su premisa. Me quedo con sus contundentes episodios finales, en los que varias tramas subterráneas saltan a primer plano, y en los que mejora en casi todos los aspectos, pero sigue flojeando, amagando y sin apurar las posibilidades que contenían tanto el formato como la historia, apuntando ambigüedad moral para luego dejarla correr en un final por lo menos satisfactorio.

Una lástima.

lunes, 11 de julio de 2011

Abogaaado, ¿estás ahí? Abogaaado

Desde los tiempos de Perry Mason, muchas han sido las series de abogados existentes. De las que he visto, curiosamente, las dos que más he disfrutado tienen el mismo nombre detrás, aunque son muy diferentes: El Abogado, en drama, y su spin-off Boston Legal, en comedia.



Pero hoy no toca hablar de ellas, sino de otras más recientes que he terminado en las últimas semanas:


Ganando el juicio (Raising the Bar)

La última serie del creador de dos grandes clásicos como La Ley de Los Ángeles y Canción triste de Hill Street, por no hablar de Un médico precoz, Murder One o Policías de NY. Aquí aporta un punto de vista un poquito diferente: se centra en un grupo de amigos formado por tres abogados de oficio, dos fiscales, y el secretario judicial de una jueza. Por el día se enfrentan entre sí, pero por la noche toman unas cervezas juntos en un bar, generalmente discutiendo los mismos casos.

Junto a ellos, sus superiores (la maternal jefa de los defensores, el incisivo ayudante del fiscal del distrito y la mencionada jueza) conforman un marco supuestamente completo del ámbito judicial, pero eso sí, bastante parcial. Así, gran parte del peso de la serie cae sobre los idealistas defensores son los protectores de los débiles, y de hecho, casi nunca defienden a un verdadero criminal (¿será que los "delicuentes de carrera" ganan suficiente como para no necesitar una defensa gratuita?); por contra, los fiscales, aunque no sean corruptos, usan cualquier treta posible para conseguir condenas, en ocasiones incluso negando la evidente inocencia de los acusados, y la jueza es una arpía más interesada en imponer su poder que en ser justa. En la segunda temporada se añade otro juez, cuando menos peculiar, que junto a la alguacil de su sala aportan cierto toque cómico, pero sin exagerar.

Por eso, me gusta en particular la solución que le dan a uno de los casos del penúltimo episodio, igualando ambas partes en un punto medio de conciliación. Por contra, rescato este diálogo referente a un juicio del mismo episodio:

Defensor: Estás destrozando una familia.
Fiscal: Pasa todos los días.

En general se trata de una serie entretenida, fácil de ver, sin demasiado énfasis en el drama (de hecho, incluso hay alguna muerte que "simplemente pasa", sin apenas emoción), pero muchas veces echo de menos cierta continuidad, aparte de la relativa a las relaciones personales de los personajes. Al acabar cada episodio, los casos quedan invariablemente atrás, y si bien nunca tienen un final particularmente abierto, en más de una ocasión me ha dado la impresión de que la trama quedaba coja, sin una resolución real. De todas formas, pese a sus defectillos, merece la pena para pasar el rato.



Los defensores

Dos abogados caraduras en Las Vegas. Sin más. Sigue valiendo mi breve comentario anterior: le faltaba chicha, personalidad. Ni siquiera en su último episodio, en el que, como su título sugiere, se enfrentaban los dos protagonistas, se veía la ácidez necesaria para una serie judicial tan supuestamente "socarrona" (o lo mismo es que Boston Legal ha puesto el listón demasiado alto). Es simpática, pero si al segundo episodio no te ha entusiasmado, los siguientes son más de lo mismo, así que mejor dejarla para no perder más tiempo. Ni en comentarla.


Harry's Law

He dejado para el final las dos que no han sido canceladas. Por un lado tenemos la nueva serie de David E. Kelley, el mismo creador de las dos series que comentaba en la introducción. También le falta algo, pero con añadidos como el del personaje de Christopher McDonald (al que acababa de ver en otra de abogados, Leyes de Familia) parece empeñada en mejorar. Ya se habla de ciertos cambios de cara a la segunda temporada, y aunque dudo que con la base que tiene llegue al nivel de sus predecesoras, espero que llegue a encontrar su voz.



Kate (Fairly Legal)

Abogados... y mediaciones. Aquí rara vez hay juicios, puesto que su protagonista dejó la abogacía para dedicarse a la mediación, esto es, juntar a partes enfrentadas y lograr un acuerdo extrajudicial. En otras palabras, hacer de árbitro, buscando un punto común de entendimiento. Así, vemos disputas por plazas de aparcamiento,

Dejando de lado que en un primer momento me costó ver a Sarah Shahi en un registro tan distinto al que interpretó en la estupenda Life, la serie está bastante bien. Entretenimiento blanco, para toda la familia, pero sin caer en ñoñerías, y el secretario friki es un buen punto, aunque cuesta acostumbrarse a su hipnotizante peinado.

Ahora bien, si la encontré refrescante al principio, en su desarrollo ya tiende a volverse un pelín rutinaria, demasiado centrada en la personalidad de la protagonista, a la que no encuentro tan fascinante como para llevar tanta carga.

Además, la serie es víctima de una emisión evidentemente desordenada en sus apenas 10 episodios, con personajes que aparecen y son presentados dos episodios después, subtramas que saltan y retroceden en sus progresos...

Por lo que he leído también le van a dar un giro en su segunda temporada; allí estaré para ver por donde salen.



Me faltaría hablar de The Good Wife, pero como ya dije, la considero más una serie con abogados que de abogados. Y además, parece que todo el mundo habla ya de ella en la blogosfera.

jueves, 2 de junio de 2011

El lugar donde se reunen los héroes

Tengo varios posts a medio escribir (que si la segunda parte del repaso a los upfronts y los abundantes finales de temporada que estoy viendo, que si comentar un poco El Barco, Detroit 1-8-7, o, sí, yo también, unas ideas sobre Lost, un año después...), pero lo que viví anoche deja todo eso un poquito al margen por ahora.

Y es que anoche me despedí de Camelot.

No, no me refiero a esa serie que tan malas críticas está recibiendo (y a la que no tengo la menor gana de acercarme, por cierto), sino a la comisaria del 5-5, el ficticio distrito de Turno de guardia (Third Watch), apodada "Camelot" por encontrarse en la esquina de las calles King y Arthur (Rey y Arturo, por si alguien no lo ha entendido), una esquina inexistente en la vida real.


Y con ella, se va otro pedacito de mi vida, una de esas series que por duración o por designios del destino me han acompañado desde que me creía más cinéfago que serieadicto. Hace ya más de 9 años que dejé el hogar paterno, y poco a poco voy concluyendo los viajes que inicié allá, siendo más o menos adolescente: Urgencias, Buffy, El Abogado,... Series todas ellas del siglo pasado, y que una tras otra han llegado para mí tiempo después a su fin, incluso algunas como Sliders que jamás creí que terminasen de emitir en España (y me negaba a continuar en VO, sin ningún motivo lógico). Creo que ya sólo me quedan por terminar MillenniuM y Ally McBeal, esta última abandonada por la caótica emisión de la última temporada. Obviamente no estoy hablando de todas y cada una de las series que veía de más joven, sólo de aquellas que por un motivo u otro entraron en mi Olimpo personal.

Antes de volverme más mitológico (que si Olimpo, que si Camelot...), vuelvo a anoche. Hace poco hablé del problema de ver una serie cuando no es el momento. Pues ahora toca hablar de cuando el momento surge sin proponérselo. La situación: me quedaban los tres últimos episodios de Turno de guardia, una serie no sólo de policías, sino también de paramédicos y bomberos, aunque nadie me negará que estos últimos estaban casi siempre en un segundo plano. Había dejado pasar unos días sin ver esos episodios, el típico miedo a terminar, a desprenderse de algo que te ha acompañado tantos años... pero anoche, casi sin pensarlo, me decidí a verlos.


(SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ)


Y los astros se alinearon. No lo sabía, pero los tres episodios forman una unidad dramática, continuando justo donde terminó el anterior, aunque sólo el penúltimo tenga un "continuará". Cómo no podía ser de otra forma, arrastran los hilos argumentales de los episodios anteriores, pero eso no quita para que la sensación global fuese la de ver una película final de dos horas (tres veces 40 minutos). Y vaya final. Los personajes, que en ocasiones habían trastabillado a lo largo de la temporada (¿Cruz y la religión? ¿en serio? si hasta la hicieron parecer buena persona...) los sentí bien encauzados. Incluso Carlos, en esa extraña relación con la que, por cierto, es su novia en la vida real, volvió a ser más él mismo cagándola en su intento de ser romántico. Lo único que eché en falta fue un mejor desenlace para Faith y Bosco, no me quedó muy claro si harían o habían hecho las paces, o su amistad y lealtad quedaban rotas para siempre.

La temporada la he sentido con más altibajos de lo que recordaba las anteriores, aunque puede que la distancia temporal nuble mi memoria. Los dos nuevos personajes incluídos en los créditos, aunque tuviesen sus propias personalidades, en algunos momentos se me antojaban copias al carboncillo de los que faltaban al comienzo de temporada (aunque uno volviese en una casi "mágica" recuperación de las que a veces pecaba demasiado la serie). La trama del pasado de Sully y Ty no estuvo mal, pero se hizo larga; en cambio, me fascinó la del asesino en serie, y por supuesto, disfruté como loco la batalla campal con la que se resolvió el cliffhanger de la temporada anterior. Se incluyó un nuevo bombero, pero tras darle una trama "de peso" demasiado pronto para mi gusto (no es bueno tanto protagonismo para alguien que nos acaban de presentar y prácticamente no conocemos) se le arrinconó con el resto de bomberos, secundarios de fondo. Se hizo un crossover con una nueva serie, Medical Investigation, que ni fu ni fa. Y entre unas cosas y otras, se hicieron añicos, por un motivo u otro, casi todas las relaciones existentes. Faith y su marido separados, Ty se enemistó durante un tiempo con Sully, se rompieron todas las parejas de patrulla/ambulancia que conocíamos, etc.

Dado el título del último episodio, "Adios a Camelot", antes de iniciar esa sesión final me esperaba algo más melancólico. Que sí, finalmente lo fue, pero con ese inesperado cliffhanger del que venía, y tratándose de una serie con finales de temporada potentes como bombas, la primera mitad fue un subidón de adrenalina y un paradójico miedo a que acabasen matando a medio reparto. Luego llegó la calma, reaparecieron brevemente los tres personajes que dejaron la serie sin palmarla (me llamó la atención en ese momento lo estable a lo largo del tiempo que ha sido su reparto coral, más añadiendo personajes que dejándoles ir), y finalmente la despedida y cierre, con el querido cascarrabias de Sully como ha sido siempre, la voz de la experiencia, y ahora también, narrador del relato. El título de esta entrada viene del comienzo de su voz en off.

Visto un poco en perspectiva (pero sólo un poco), no es que fuese un final glorioso, pero me puede el cariño que les guardo a algunos de sus personajes. También al "jefe", ese (¡qué final más apropiado!) abuelo protector y gruñoncete que era el teniente de la 5-5, del cual cojo prestada su frase de despedida: El turno de guardia puede retirarse.

¡Hasta siempre, Camelot!

miércoles, 25 de mayo de 2011

The Good Wife, Sorkin y equilibrio dramático

Cada vez estoy más convencido de que The Good Wife no es una serie "de" abogados, sino una serie "con" abogados. En el último episodio que he visto, "Patrimonio neto" (2x16), no hay juicio ni juez alguno a la vista, sólo una demanda que enfrenta a ambos bandos en la sala de reuniones del bufete.


(A PARTIR DE AQUÍ, LEVES SPOILERS DEL EPISODIO)

Mientras tanto, tenemos a la supuesta protagonista (supuesta, ya que se trata de una serie mucho más coral de lo que parece a simple vista) aparentemente apartada del centro del episodio, un centro imposible de determinar, dada la estructura fragmentada del mismo. Así, el episodio oscila continamente entre tres hilos, sin definir ninguna como la principal, en un ejercicio de equilibro de lo más natural, pero que parece impensable en otras series: de este modo, la que parece la trama fuerte del episodio termina cortada con descaro a dos tercios del final, para volver después en un breve epílogo; en otro hilo, seguimos con la historia personal de Alicia: el lío del mensaje de voz, su hermano... una trama ¿secundaria? que nos proporciona algún momento realmente jocoso ("Estoy en un lugar elevado"), pero poco más, la historia sigue sin avanzar; lo que sí avanza es el tercer hilo, otro que parecía en principio secundario, pero que por momentos se hace con las riendas del episodio. Se trata, claro, de la continuación del juego de engaños y seducciones entre Kalinda y Blake, los dos investigadores, con el fiscal Cary como de costumbre de tercer palo, y con la reaparición de la agente Delaney (¿soy el único que piensa que su nombre es un homenaje a Dana Delaney?) para intentar llevarse a Kalinda a su terreno... en más de un sentido, claro.

La demanda de la que hablaba más arriba se hace eco de la película La red social, cambiando al creador de Facebook por el de otra web cuyo nombre ni recuerdo, y que demanda por difamación al estudio que ha realizado una película basada en él, pero en la que se han inventado prácticamente todo menos su nombre. Aparte de proporcionar algo legal al episodio, esta trama autoconclusiva guarda más de una relación con el guionista de La red social, es decir, Aaron Sorkin:

- Así, uno de los interrogados durante el pleito es el guionista del ficticio film, del cual cuentan que varios blogueros destaparon sus problemas con las drogas. En el caso de Sorkin, creo que su drogadicción se hizo pública por un arresto, pero la coincidencia está ahí.

- También es curioso que el que interroga al guionista está encarnado por Josh Charles, el que fuese co-protagonista de la primera serie de Sorkin, Sports Night.

- Más aún, a la abogada que les cede temporalmente el caso la interpreta Rita Wilson, esposa de Tom Hanks, protagonista de La guerra de Charlie Wilson, la anterior película escrita por Sorkin.

- Y ya puestos, el título original del episodio, "Net Worth" es parecido al de la película Network, cuyo famoso monólogo fue seguramente fuente de inspiración del que hay al comienzo de otra serie de Sorkin, Studio 60 on the Sunset Strip. Sí, esta relación lo mismo está pillada por los pelos, pero bueno, demandadme.

PD: he hablado un rato de Sorkin sin mencionar The West Wing. Increíble-ble.