martes, 12 de julio de 2011

Otra ciudad, los mismos crímenes


He terminado de ver hace unos días la única temporada de Detroit 1-8-7 (para quien no lo sepa, 1-8-7 es el código policial del asesinato... según el código legal californiano). Se trata de una serie policiaca más, pero que intenta no ser una más. Ya de partida se desarrolla en una ciudad poco transitada en televisión, y tiene un personaje peculiar al frente, el "raro" detective interpretado por Michael Imperioli, actor recordado por su papel en Los Soprano. Junto a él, un compañero novato, frecuente objetivo de sus bromas y rarezas (como llamarle por teléfono teniéndole enfrente), y otras dos parejas de detectives, más una protectora capitana, formando un grupo lleno de camaradería. En cada episodio suele haber dos casos, uno para una de las parejas de detectives, y otro para las otras dos, mientras vamos conociendo pequeños apuntes de sus vidas personales que enriquecen mínimamente el relato.

La serie tiene una potente sintonía (aunque desentona con el tempo generalmente más pausado de la historia), una banda sonora plagada de temas de la Motown (quizás el mayor rasgo diferenciador con respecto a otros policíacos) apoyada por un rodaje en las calles de la propia Detroit, y algunos buenos momentos, como la intensa persecución del comienzo del episodio 11, que apuntan maneras, mostrando un potencial que no llega a aprovechar. Porque se queda a medio gas, buscando ser diferente, pero anclada en casos más o menos rutinarios, sin que los personajes terminen de enganchar, y con un estilo visual muy parecido, pero menos mareante, que el que ya desgastase Policías de Nueva York.

Baste como ejemplo un apunte sobre el mencionado 11º episodio: hay, como suele ser habitual, dos casos. Por un lado, el asesinato de una estrella de Hollywood; por el otro, la muerte de un ¿sin techo? (nombre poco apropiado puesto que vivía en un edificio abandonado). Pues bien, lo "lógico" o realista hubiese sido que, dada su trascendencia, la mayor parte de los detectives se encargasen del primer homicidio, pero resulta ser al contrario, trabajan en él sólo dos, frente a los cuatro que llevan el caso del "hombre de hielo". ¿Un intento de los guionistas de ser políticamente correctos, de decirnos que independientemente de quién seas tu muerte será investigada con la misma o mayor importancia? Tal vez, pero yo no vi nada que apuntase en esa dirección. Ni una palabra, o la menor sugerencia de un mensaje social implícito. De hecho, no hay ningún momento (ni en este, ni en los demás episodios) en el que se repartan los equipos según ningún criterio, aunque sí que hablan de la importancia del primer caso para la ciudad. También podrían haberlo hecho al revés, y hacer un poco de crítica social al respecto, pero no. Ocurre, y ya está.

Y así con toda la serie hasta llegar al final. Merece la pena verla si te gustan mucho los policíacos, pero es evidente que no ha sabido sacarle partido a su premisa. Me quedo con sus contundentes episodios finales, en los que varias tramas subterráneas saltan a primer plano, y en los que mejora en casi todos los aspectos, pero sigue flojeando, amagando y sin apurar las posibilidades que contenían tanto el formato como la historia, apuntando ambigüedad moral para luego dejarla correr en un final por lo menos satisfactorio.

Una lástima.

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