viernes, 2 de diciembre de 2011

Fin de semana británico

No, no he vuelto a escaparme a Londres, pero este pasado fin de semana me dio por dedicarselo a series de las islas británicas. Una de las ventajas de estas series, como sabréis la mayoría, es lo limitado de sus temporadas, donde las series de más de 13 episodios parecen vetadas, y la mayoría ronda entre los 6 y los 8 capítulos. Y es una ventaja porque obliga a crear unos relatos centrados, precisos, al no disponer de tiempo para perderse en recovecos y material de relleno, como sucede con muchas series obligadas a alargarse por veintipico episodios por año (como es habitual en las estadounidenses) o rondando una quincena de episodios cercanos a la hora y media (el malacostubrado modelo español... que no es extraño que además nos meta dos temporadas por año). También es una ventaja de cara al visionado, ya que nos permite ver toda una temporada en un corto espacio de tiempo, incluso en el mismo día, aunque luego lamentemos no disponer de más episodios, y permite también que, aunque una propuesta no nos termine de convencer, le demos una oportunidad, ya que en el peor de los casos no nos hará perder mucho el tiempo.


Así, empecé la noche del viernes con los primeros episodios de Presunto culpable (Criminal Justice), que a la postre, por aquello de que últimamente no puedo evitar dormir poco, terminaría viéndome entera antes de la hora de comer del sábado.

La serie en cuestión está planteada como una miniserie de cinco episodios, y cuenta los avatares de un joven acusado de asesinato. ¿Lo hizo? ¿No lo hizo? ¿Importa? La última pregunta parece fuera de lugar, pero según avanza la historia, vemos en repetidas ocasiones cómo ser inocente (o creer serlo) puede carecer de la menor relevancia, más aún cuando las pruebas apuntan en su contra. También el espectador, aunque pueda tender a creer en la inocencia del protagonista, ve la duda merodeando por el relato, hábilmente dividido entre el proceso judicial y el drama carcelario, todo ello regado por buenas interpretaciones, y momentos muy logrados, como el último interrogatorio al policía encargado del caso (actor, por cierto, que había pasado el año pasado por Doctor Who).
Pero llegados al final, decepciona un poco la resolución, no ya por lo que pasa, sino por cómo pasa; parece deliberadamente contada de forma apresurada, puesto que en los últimos minutos no duda en perder el tiempo en detalles aparentemente superfluos, aunque no lo sean totalmente. Pese a ello, mereció la pena.

A continuación, Doctor Who: A Christmas Carol, la peculiar versión del Doctor de Canción de Navidad. Divertida como de costumbre, pero sigue dándome la impresión de que la serie está a medio gas desde la marcha de Davies y Tennant, aunque el nuevo Doctor, al contrario, parezca una versión histérica (espídica) de los dos anteriores. Que sí, para los momentos ligeros puede estar muy bien, pero cuando tiene que ponerse serio a mí al menos no me convence, no siento que cargue con el peso de las tragedias pasadas ni tampoco de las que pueda tener delante.

Luego llegó el turno de Zen: Cabal. El segundo de los tres episodios/películas que conforman la única temporada de la adaptación de los casos de Aurelio Zen. Me gustó más que el primero, aunque, sin leerlas, tengo la impresión de que la complejidad de las novelas es demasiada incluso para tratarla en sólo hora y media. Igualmente, tengo entendido que en los libros estas historias rezuman una sútil ironía y humor que me cuesta captar en pantalla, excepto cuando alguna mujer hace más que insinuarse al protagonista, o por el hecho de que no paran de hablar de su integridad cuando éste, aunque desde luego no llegue a ser un corrupto, no deja de hacer cosas cuestionables. Esta complejidad moral, unida al ambiente italiano como de los años setenta que destila la serie (en buena parte por la música y el vestuario), son valores a tener en cuenta, pero al menos a mí no me llenan.

También me acerqué a los tres primeros episodios de Survivors, adaptación de la serie y la novela homónima de Terry Nation, el creador de los Daleks (¡Doctor Who por todas partes! y además sale "Martha Jones" en el primer episodio). En ella, nos encontramos con una pandemia de gripe que acaba con casi toda la población, y las resultantes peripecias de los escasos supervivientes, entre los que encontramos una madre coraje buscando a su hijo, un joven rico que debe adaptarse a la cruda realidad (actor al que reconocí inmediatamente de la segunda temporada de 24), o un asesino que estaba cumpliendo condena cuando atacó el virus, roles todos ellos un tanto típicos de muchos telefilmes de catástrofes, pero que en este caso demuestran una personalidad más compleja e interesante de lo que pudiese parecer.

Y es en esas personalidades, y sus interacciones, donde reside lo mejor de esta serie coral, puesto que no dudan en recurrir una y otra vez a todo tipo de tópicos sobre este tipo de historias. Pese a ello, seguiré hasta el final, dada mi afición a las historias postapocalípticas, y por esos personajes y ese toque británico que la hace diferente.

Tanto drama merecía ser compensado por alguna comedia, y me metí con los tres primeros episodios de Miranda, serie inédita en España que había conseguido por recomendaciones, y, si bien en un primer momento me hacía gracia pero no me parecía nada especial, antes de terminar el episodio ya estaba encantado con la serie, sobre todo cuando en momentos embarazosos la protagonista le habla directamente a la cámara. ¿El argumento? Mejor descúbrelo por tí mismo, pero es básicamente la vida de la protagonista en formato de sitcom clásico, pero con un par de toques que la hacen distinta, como la ya mencionada ruptura de la cuarta pared. Mención especial la aparición del Quinto Doctor, Peter Davison, en el segundo episodio.

Más.... ¿humor? En parte sí, pero a su peculiar estilo: Shameless. Vistos los dos primeros episodios, también me he rendido al "encanto" de la mezcla de humor y drama (pero en el fondo ni una cosa ni la otra) de esta familia disfuncional (expresión cada vez más manida, por cierto), con un padre alcohólico que vive del paro y su numerosa prole. Todavía puede ser pronto para que algunos de ellos hayan cogido relevancia (el "calvo" casi parece que simplemente está ahí), pero por lo visto hasta ahora, no puedo resistirme a seguir las andanzas de esta panda de personajes patéticos y malhablados, pero siempre sin llegar a resultar realmente desagradables, se nota por debajo cierto cariño al retratarlos.

Y para terminar, aproveché para ver un episodio de The IT Crowd, que ya iba siendo hora de  retomar esta serie, que dejé aparcada hace unos años, en parte por el bajón que noté en su tercera temporada. Igualmente, este reencuentro me ha parecido gracioso, pero no tan descacharrante como antaño.

Y por si fuera poco, mañana maratón de Torchwood (aunque sea su temporada no-totalmente-británica). ¡Yuhu!